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sábado, 1 de mayo de 2010

LOS “ROBIN HOOD” ESPAÑOLES (I)


Ejemplos de bandoleros mitad héroes, mitad villanos, hay abundantes en España. Muchas veces la línea entre el salteador de caminos y el guerrillero era muy fina, ya que algunas de las partidas estaban compuestas por antiguos brigantes que lucharon contra la invasión napoleónica o en las Guerras Carlistas. Al término de los conflictos y ser rechazados por los ejércitos regulares se situaron fuera de la ley. Sus hazañas, distorsionadas por la leyenda, eran contadas en los folletines decimonónicos o en los pliegos de a cuartillo de real, verdadero antecedente de las novelas de a duro, de los quioscos del siglo XX.

Diego Corrientes (1757-1781)

Paradigma del “bandido generoso” según el teatro y las canciones. Comenzó su carrera delictiva cómo cuatrero y salteador de caminos después de un encontronazo con la justicia en su Utrera (Sevilla) natal. Fue famoso su enfrentamiento, llegando a lo personal, con Francisco de Bruna y Ahumada, Presidente de la Audiencia de Sevilla –excelente bibliógrafo, por cierto-, conocido entre el pueblo como “Señor del Gran Poder”. Corrientes no desaprovechaba la ocasión para ridiculizar al funcionario y éste, en respuesta, desarrolló una encarnizada caza del hombre. Rigurosamente histórica, aunque parezca legendaria, es la crónica que recoge como el propio bandido se presentó en la casa de Bruna para cobrar los 10.000 reales de recompensa que daban por su captura. Después de presentarse y amartillando sus pistolas, cogió el dinero huyendo a galope tendido por las calles sevillanas. Su audacia y temeridad terminó cuando, tras una delación, fue apresado en Olivenza (Portugal). Se le dio garrote en Sevilla el 30 de marzo de 1781. Despedazado, sus restos fueron exhibidos en los cruces de caminos. Su cabeza fue expuesta en la Venta de la Alcantarilla (Utrera), conocida desde entonces como la Torre de Diego Corrientes.


© JAVIER CORIA

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